La preservación de la fertilidad supone la posibilidad de poder conseguir una gestación tras un acontecimiento adverso, que podría asociarse a una esterilidad futura y permanente, o tras un periodo diferido de tiempo por elección del paciente.
La preservación de la fertilidad puede realizarse tanto en hombres (espermatozoides, tejido testicular) como en mujeres (ovocitos, corteza ovárica).
A su vez podemos dividirla en 2 grandes grupos: preservación de causa oncológica y preservación social de la fertilidad.
L
a preservación oncológica en el varón supone la congelación de varias muestras de semen o de tejido testicular en niños, antes de iniciar el tratamiento quimioterápico y/o radioterápico por un tumor testicular, por una enfermedad hematológica (linfomas, leucemias) o por cualquier otra neoplasia.
La preservación social en el varón se refiere a la congelación de semen previo a la realización de una vasectomía.
La preservación oncológica en la mujer se recomienda en pacientes jóvenes o que no han completado su deseo reproductivo, que se ven afectadas por una neoplasia, principalmente mamaria o hematológica (leucemia, linfoma), con altas tasas de curación y en las que el uso de la quimioterapia y/o radioterapia les va a suponer un incremento de la incidencia de fallo ovárico prematuro. En estas pacientes la vitrificación de ovocitos y la criopreservación de corteza ovárica serían las técnicas de elección.
La preservación social de la fertilidad en la mujer supone un auténtico reto y se estima que pueda ser un hito en el futuro devenir de la medicina reproductiva.
Actualmente, uno de los principales factores implicados en la esterilidad es la edad materna en la que se inicia la búsqueda del embarazo. Es sabido que la mujer nace con una cantidad limitada de ovocitos y que estos empiezan a “gastarse” desde antes del nacimiento. Además está pérdida es constante incluso con el uso de anticonceptivos hormonales, que impiden la ovulación, o con el embarazo. Durante los 10-15 años antes de la menopausia se produce una aceleración en la pérdida de ovocitos, por lo que a partir de los 35-38 años la mujer entraría en un estado de subfertilidad, aún con ciclos menstruales regulares y estudios hormonales normales.
Es por estos motivos la recomendación de los profesionales de la medicina reproductiva, de que aquellas mujeres que quieren ser madres pero que por diferentes motivos (laborales, profesionales, personales, etc), no tienen previsto buscar el embarazo hasta después de los 35-36 años, realicen un sencillo tratamiento de estimulación ovárica controlada y vitrifiquen sus ovocitos jóvenes cuanto antes, como un seguro ante posibles dificultades futuras.